Receta de tamales de pollo
La consistencia y la textura también varían mucho, desde los delgados y densos como los tamales de Oaxaca; a los pegajosos y gelatinosos de Yucatán; a los esponjosos y pastosos como los del norte y centro de México, donde yo crecí.
Los tamales son tan grandes en nuestras cocinas que se les dedican comidas enteras: ¡las famosas tamaladas! Reuniones festivas que a todos nos entusiasman, donde lo único que se come son diferentes tipos de tamales, de principio a fin. Créeme, donde hay variedad de tamales, quieres comerlos todos.
Pero los tamales son también la comida de todos los días, de todo un país, de toda una cultura. Accesible a todos y a cualquiera que pueda llegar al puesto de la esquina y tenga 10 pesos (menos de un dólar) en el bolsillo para un desayuno rápido, un almuerzo sustancioso o una merienda fácil.
Ver foto abajo…. Estaba con mis amigos de la escuela comiendo tamales en el puesto de tamales de la calle, justo a la salida de nuestra escuela secundaria. Solía soñar con esos tamales; eran tan atractivos que nos escapábamos de la escuela para comerlos…
Receta fácil de tamales sin hojas de maíz
Esta receta maestra de masa para tamales mexicanos comienza con masa fresca (la masa de maíz nixtamalizada que se utiliza para hacer tamales y tortillas) de una tortillería o masa harina (harina de maíz nixtamalizada que se reconstituye con agua o caldo). Luego se le agrega manteca de cerdo, polvo para hornear y caldo de pollo para crear un tamal ligero, tierno y sabroso que puede rellenarse con su relleno favorito, como chile verde y cerdo, rajas y queso, o chile rojo con pollo.
La masa fresca se puede comprar en las tortillerías locales, si tienes la suerte de vivir cerca de una. Si no, se puede utilizar masa harina, como la Maseca para Tamales (disponible en la mayoría de los supermercados bien surtidos). La manteca de cerdo es preferible por su suave sabor a cerdo, aunque se puede sustituir por manteca de hoja o manteca vegetal de sabor más neutro.
Receta de tamales de la abuela
Los tamales son pasteles salados hechos de masa de maíz mezclada con manteca de cerdo y rellenos de una variedad de cosas. Se envuelven cuidadosamente en hojas de maíz y se cuecen al vapor hasta que se vuelven firmes pero siguen estando húmedos y encantadores.
Desde carne de vacuno, cerdo y pollo, hasta verduras e incluso versiones dulces como las de chocolate y fresa, ¡hay un mundo de tamales para elegir! Quizá el más tradicional sea el tamal de rojo, que consiste en carne (de cerdo o ternera) guisada lentamente en una salsa roja hecha con chiles secos mexicanos. Se elaboran y sirven en celebraciones especiales en México como el Día de los Muertos, la Navidad y el Día de la Candelaria, pero también se pueden encontrar durante todo el año.
Los tamales se envuelven y cocinan en hojas de maíz o de plátano, pero se les quita la cáscara antes de comerlos. Las hojas de maíz no se comen, sólo sirven para envolver la masa y el relleno del tamal, que se cuece en su interior.
Los tamales son originarios de Mesoamérica desde el año 8000 al 5000 a.C. Mesoamérica es una región histórica y un área cultural de América del Norte. Desde aquí se extendió a México, Guatemala y el resto de América Latina. La palabra tamal deriva del náhuatl Tamal, una de las principales lenguas de los aztecas durante su imperio.
Tamales tradicionales
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En 2016, me mudé a Oaxaca y me di cuenta de que nunca le había dado una oportunidad a los tamales. Cada vendedor tiene su propia receta y rellenos, que difieren según el lugar donde se encuentren y la época del año. Y en lugar de esa versión aceitosa y vagamente empapada que probé en Nueva York, todos y cada uno de los tamales (la forma singular correcta, aunque los angloparlantes suelen decir “tamal”) que he probado han sido una explosión de sabor y textura: masa de maíz, humedecida con manteca de cerdo y rellena de carne, salsa de mole o hierbas.
En mi primer día en la ciudad, le dije a un vendedor de tamales que me había mudado a Oaxaca para comer, y que el suyo sería mi primer tamal. “No te preocupes”, dije con fingida seriedad, “no será el último”. Ella sonrió y señaló mis caderas, riendo. “Te van a crecer cinco tallas si sigues comiéndolos”, dijo. Con toda la manteca de cerdo, además de la manteca adicional que se utiliza en el frijol y a menudo en las salsas de mole que rellenan cada tamal, no se equivocaba. Sin inmutarme, decidí comer por la ciudad, con especial atención al tamal, un plato que ha resistido el paso del tiempo.